lunes, 12 de octubre de 2009

Manolo

No sé qué cenaría anoche Manolo, un mendigo de unos treinta y ocho años, que se pone en la iglesia de San Nicolás las tardes de los domingo con el fin de sacar algo. Algo para ir a ver a su madre. Algo para irse a vendimiar al norte. Algo para poder arreglar el cargador del móvil. Algo ... Algo para comer.
Anoche, tras la misa de nueve de la tarde, la que recoge a todos los tardíos de Guadalajara, le pregunté lo que había sacado y ascendía unos pocos céntimos al euro. No sé si en el bolso, donde lleva la ropa limpia mezclada con la ropa sucia, escondería algún bocado. Últimamente lleva un maletín donde guarda las cosas de aseo, algunos papeles y unos libros de crucigramas, que siempre está dispuesto a darme alguno.
Anoche, Manolo, estaba muy nervioso, si bien con unos amigos que estuvieron por aquí fue muy amable. No es futuro vivir de la caridad en la puerta de una iglesia por muy real que sea el título que ostenta la de San Nicolás. Pobre Manolo. Estuve un buen rato con él; me trata con mucho cariño y habla muy bien de mí, y eso que a lo más le doy comida o algo caliente. Nunca le doy dinero. Creo que con estos pobres hay que compartir algo distinto, el tiempo, la palabra, el afecto, pero nunca el dinero, salvo lo necesario.
Manolo es muy bueno, es un niño muy grande y fuerte. Manolo es un amigo, como conocer un amigo que se está haciendo buen amigo, porque desde su pobreza te hace reflexionar la vida, tu vida, mi vida, y te das cuenta de lo que tienes, lo que aspiras y lo que eres desde el corazón. Por eso digo que Manolo es muy especial, por lo menos para mí. Él me ha abierto las puertas de Guadalajara y no tiene ninguna llave.


No hay comentarios: