
Como el que
desprende el brazo lo más posible con la intención prohibida de percibir la energía que desprendan los ocho olivos que aún quedan de tiempos de Jesús, este peregrino siente la fuerza del momento, el coraje y la valentía para seguir adelante, para aceptar la cruda realidad y afrontar los retos presentes. Es bonito ver el jardín que adornan los olivos. Entramos en
Getsemaní. El silencio y la oración se
apoderan de nosotros.