Como el que desprende el brazo lo más posible con la intención prohibida de percibir la energía que desprendan los ocho olivos que aún quedan de tiempos de Jesús, este peregrino siente la fuerza del momento, el coraje y la valentía para seguir adelante, para aceptar la cruda realidad y afrontar los retos presentes. Es bonito ver el jardín que adornan los olivos. Entramos en Getsemaní. El silencio y la oración se apoderan de nosotros.
domingo, 3 de julio de 2011
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