
El día 5 de agosto es el día de la Patrona de mi pueblo. Mientras yo estaba de ferias sabía que una treintena de hombre lo estaban pasando mal. La señal de que en el interior de la mina, a setecientos metros había vida, fue una luz de esperanza, sobre todo movida por sus familiares que dieron un bello ejemplo a toda la humanidad. Desde entonces he querido escribir algo y no podía, la piel emocionada y los ojos llorosos me impedían escribir. Como muchos, solo era capaz de rezar.
Estos días, gracias a los avances tecnológico, he visto el milagro humano de la solidaridad, la entrega y el compañerismo. Chile ha dado una lección al mundo volcándose por la vida de sus mineros, mostrando de lo que es capaz un pueblo por sus hombres. Algunas imágenes parecen mostrar la euforia tras ganar un campeonato deportivo que la hazaña humana que han vivido, que hemos vivido.
Ahora, vivos y sanos, y en la superficie de la Tierra, deben de enfrentarse a la vida. La lucha interna por sobrevivir les ha tenido vivos en el interior de la mina; la esperanza por abrazar de nuevo a sus seres queridos no ha apagado en ellos el sentido por vivir. Pero ahora, en plena superficie, vivos y eufóricos, muchos de ellos se verán acosados por las tentaciones de la vida. Los Medios de Comunicación acorralan sus vidas con ofertas desorbitadas. Ojala, ahora que el deseo de vivir se ha hecho realidad, no añoren la intimidad de la oscuridad, y no pacten con el diablo lo que puede destruirles como personas: la avaricia y el protagonismo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto; me ha dado la vida. ¡Y eso es tanto!
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