
Así de sonriente se acerca Candelas a saludar a la familia y a un grupo de chavales que gritan su nombre para pedirle su camiseta. Pero la camiseta ya está ofrecida, es para su madre. Candelas
sonríe, pero la procesión de la derrota va por dentro. El dice que es un orgullo haber jugado con los campeones y no es ajeno a la fiesta
vallisoletana que empieza a montarse a sus espaldas. Este joven, que empezó jugando en el equipo de los Franciscanos de La Puebla de
Montalbán con la ilusión de materializar su sueño ve la realidad con mucha alegría, a pesar de haber perdido el partido, de haber sufrido una lesión, y de haber sido sustituido en el segundo tiempo. Candelas está alegre, se siente feliz, porque ve que su futuro se hace promesa y, aquello que comenzó en su pueblo como un juego de niños, hoy le está haciendo un gran profesional en su juventud. ¡
Suerte, Candelas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario