
Creo que esta es la novedad en este viaje. Mi amigo y yo fuimos hasta el monumento dedicado a la madre del emigrante y sus dimensiones, su rostro y la perspectiva que da la mano abierta hacia el mar, como lanzando el amor de madre como energía espiritual a su hijo, esté donde esté, es impresionante.
Tengo que dar las gracias a Julio por abrirme su casa y su amistad un año más. Pero también a Fernando, a Carmen, a Natalia y a alguna persona más, cuyos rostros ya son referencia para siempre de esta tierra y sus detalles muestran lo buena personas que son. Haciendo la maleta tendré que apretar para que todo entre. Me gustaría darles mi bendición. No solo hablar bien de ellos, más bien desearles suerte, desearles felicidad, desearles mucho amor. Que el cariño y la amistad que me han dado en estos días sea compensado con creces. Nada se pierde, el corazón que da recibe mucho más a cambio.
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