
44 años son muchos años, muchas experiencias, muchas ilusiones, también desilusiones. Lo bueno es que desde este pudridero están apareciendo mucha gente joven a mi alrededor con ganas de trabajar, con nuevos proyectos, con ilusiones renovadas que están, como el día, despejando mi noche oscura y están creciendo mi autoestima. Como dicen en mi colegio: Vive un tiempo nuevo. Y qué mejor regalo que vivirlo.
Apagaré el móvil, me haré inlocalizable y, como todos los años, daré gracias a Dios y a mis padres por esta vida que me dieron. Aunque es cierto que en mi cumpleaños, como en Navidad, me gustaría estar solo y mirar el tiempo que pasa desde el anonimato de un espectador que busca nuevos alicientes.
Abierto está el camino. A caminar.

