
Con la banda sonora de una caótica película me voy despidiendo de mi pueblo para dar suerte a la aventura, a los amigos, al trabajo, a Dios. Si bien la Pascua ha sido este año un verdadero encuentro con mi madre, con mi padre, con mis hermanos, con mi sobrino, la alegría y la ilusión por vivir la siento en otros valles. Como decía aquel humilde fraile a ver las cosas que tenía en mi habitación: "Tienes de sobra para ser feliz". Aunque en el fondo siento que me falta, que estoy solo, que no tengo nada, que no me entiendo. Tal vez salí antes de cascarón y me faltan unas horas de calor. Tal vez necesitaba un hermano, un amigo, un primo mayor que me fuera abriendo caminos en la vida. Tal vez me equivoqué al elegir en la encrucijada. No sabéis lo que analizo, discierno y pienso mi vida; algunas veces, en mis andares por el Colesterol, creo volverme loco.
Pero no. He vuelto a la vida. He vuelto a resucitar. He vuelto a mi cuerpo. Como la pascua litúrgica la personal también se celebra, incluso con más fuerza, pues es la que saca desde el fondo interior lo mejor de uno mismo para darlo a los demás. Es entonces, y solo entonces, cuando uno siente que lo que tiene es motivo de felicidad. En la foto, curiosa foto, podéis ver a mi padre que, si bien discuto mucho con él lo quiero mucho. Un motivo y una raíz de felicidad.
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