Si ya tenía poco Quero con el tema de las inundaciones, esta mañana, pasadas las nueve y media de la mañana, ha sufrido los efectos de un seísmo. Estaba en la cama, creyendo que lo que venía era un avión supersónico que hace temblar las casas. En su día, cuando era más joven, decían que era el hijo de Fulanito de tal que saludaba a sus padres. En esas creencias, el ruido, el movimiento, y esa sensación de que el mundo se viene abajo, desde la cama esperaba el saludo filial. Pero no, el ruido ha sido más persistente, más duradero y constante, sin tener ese comienzo y alejamiento. Todos hemos percibido en nuestras espaldas el terremoto. Dice Teodoro, el del cibercafé, que ha tenido una graduación que supera los cuatro grados y cuyo centro ha estado en Pedro Muñoz, Ciudad Real. Esperaremos a los informativos para verificar noticias. Es gracioso ver a los vecinos en la calle contando qué estaban haciendo y cómo han vivido el acontecimiento, incluso su supervivencia.
Dentro de la gama de hombres ilustres de Quero hoy quiero destacar a Don Emiliano Beltrán, que es el párroco del pueblo. Ya está de últimas, aunque no ha hecho las maletas los días los tiene contados. Se jubila y se retira, el trabajo por el Reino ya ha concluido. Ahora busca posada para reposar la cabeza y encontrar un poco de descanso. Pero curiosidades de la vida. Don Emiliano a pesar de la autoridad que tiene en esta villa a nivel espiritual, nunca a puesto pegas a las características de cada uno de los sacerdotes de Quero cuando hemos celebrado en la parroquia. Es ahora, en la vejez y retiro, cuando le ponen pegas a él allí donde quiere llevar la mudanza. Qué mala suerte. El protesta y protesta. Protesta a sus Superiores purpurados, protesta a sus condiscípulos, protesta a sus compañeros, protesta... Pero nadie parece que le hace caso o mueven un dedo para ayudarle. Le veo en las cámaras de la televisión regional protestando. Cuando vengan a recoger información sobre el seismo aprovechará para encarcelarse en la parroquia de donde no se quiere mover hasta que tenga un sitio para retirarse y vivir gozosamente su jubilación. Mucha suerte, Don Emiliano, en su lucha religiosa. Sino, en La Puebla tiene una celda para recogerse.
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